¿Dónde se va la luz cuando es tan necesaria
para las otoñadas, para los arreboles,
o los amaneceres cuando la aurora estalla?
Alguien se está burlando del desmoronamiento
de la luz, del estruendo que producen las aguas
cuando salta el dolor desde el fondo del pozo.
¿Quién inventó la forma del amor triangulado,
quién sabe del horror verticalmente asido,
quién palpó las heridas en la cruz del calvario?
¿Quién conoce la vida del revés del comienzo,
quién sabe que se oculta tras el ojo cegado,
sin un poco de azul, sin un pétalo blanco.
Estoy en el inicio de esta penuria sorda,
de esta triste partida al sur de las tinieblas,
en donde los copihues, dejarán de ser rojos.
Con la razón perdida entraré en este sueño
donde pierden las formas, los rostros y las rosas.
Mínima luz presente cuando todo oscurece.
Se borrarán los Andes, donde estaban los ojos
como dos centinelas parados en la frente,
del comienzo del alba hasta la inmensa noche.
¿Cómo observar la puesta de sol desde los puentes?
¿Cómo veré si crecen las piedras en los ríos?
¿Cómo sabré si vuelve mi amada golondrina
a buscar el aroma a madre selva en mi patio?
¿Dónde los azahares cuando haya oscurecido?
En ocasiones siento el horror de estar viva
dentro de la negrura, como si hubiera muerto.
Con el último atisbo de luz en mis pupilas
se habrá desdibujado el rostro de mi madre,
al perder su sonrisa… todo se habrá apagado.
¿Quién moverá los hilos de los ciegos del mundo?
¡Permitidme un espejo para atrapar el aire!
Carrusel
A las seis se levantan las represas
a las siete las calles son los ríos
a las ocho los hombres se levantan
a las nueve giran los ascensores
a las diez alguien piensa en el suicidio
a las once los carniceros sueñan
a las doce los gatos se despiertan
a las trece se bajan las persianas,
en la tarde todos cierran sus puertas,
a excepción del siquiátrico y sus sedes
y todo ingenio accionado por monedas,
de las catorce hasta las veinticinco
casi todos los juegos se repiten…
algunos acostumbran a dormir por las noches.
A las seis se levantan las represas…
Estimada Hilda:
Vedayana es un libro importante, escrito con la urgencia impostergable que da a luz las grandes obras artísticas. Urgente, pues, lejos de la artificialidad y el lujo, codifica una experiencia insoslayable que no pudo ser nombrada sino a través de Vedayana.
Sé que ésta es su primera publicación en forma de libro. Ha usted esperado mucho tiempo para dar a conocer esta obra, fruto de una cosecha larga y reposada, fuera del apresuramiento febril de quien busca el reconocimiento prematuro. Extrañará –a quien no la conoce a usted- el gesto de diferir la publicación de un libro de tan robusto valor. Pienso que esa tardanza obedece a su convicción de que cada cosa tiene su momento. Ahora es el momento de Vedayana. Nosotros -sus lectores- necesitábamos leerlo. Y usted se merecía ser querida y apreciada como lo que es: una poeta verdadera.
Vedayana la sitúa a usted en la mejor tradición (futura, pasada y presente) de nuestra poesía chilena. Un poema como Línea de fuego basta para hacerla merecedora del respeto sincero e irrestricto de todos los que amamos la poesía. Línea de fuego -una elegía a la luz- es un poema ejemplar que considero -por su fuerza, su potencia, su belleza violenta- a la altura de los Sonetos de la muerte de Gabriela Mistral. Sus alejandrinos -cuidadosos, impecables- colaboran en la sugestión de una letanía y una desesperación pausada. El miedo ante la posibilidad de la pérdida de la visión cierra un libro que se abre con la videncia. Quien habla aquí es alguien que se enfrenta a la oscuridad con el coraje del que hace del poema una forma de resistencia. Logra hacernos tomar súbita conciencia de nuestra propia ceguera: ceguera que nos impide apreciar, ver y agradecer el milagro de poder mirar el mundo.
Hay muchos que escriben poesía en esta larga y angosta franja de dolor; muchos los que publican profusamente y que obtienen premios, medallas y trofeos, pero los poetas de verdad (en su sentido más hondo) son contados con los dedos de una mano. Poeta no es aquel que simplemente escribe poemas, sino quien posee una visión monumental (y heterodoxa) de la realidad, extendida a todos los planos de su existencia. Hablo de una visión que -por su hondura, su radicalidad- excede por completo el lenguaje convencional. No existe para ella otra forma de expresión que no sea el poema; fuera de él hay sólo un silencio torturante. Usted es uno de esos pocos poetas verdaderos.
Gracias por este libro hondo, hermoso y enigmático. Un libro que me hubiera gustado escribir -o leer- antes de haber nacido.
Su lector, Rafael Rubio.
Fotografías "Proceso Rabioso"
Bocetos portada libroBoceto solapa del libroDocumentos variosDiagramaciónAntes del Lanzamiento en Santiago: Rubio, Paloma, Pezo y parte del "Team Ciego"Editor C. Fuica abre ceremoniaZurita y Roa. PresentadoresRafael RubioPúblico. En primer plano Madre, hermana y abuela de R. Rubio.
Venta a cargo del pintor P. Inostroza.
Por Rafael Rubio
“Luz rabiosa” es un conjunto de poemas articulados en torno a un eje temático: la muerte del padre. El libro reúne textos escritos dentro de las normas formales de diversas estructuras métricas: sonetos, sextinas, liras, tercetos pareados, cuartetos endecasílabos. Se utiliza además, en los textos de mayor extensión, el verso libre de largo aliento. El conjunto incluye también una “villanela” y una “silva”. El uso de estas formas métricas canónicas forma parte de un intento por proponer retos estilísticos que permitan sobrepujar las posibilidades (y las limitaciones) expresivas del lenguaje, además de una voluntad de dialogar con la antigua tradición poética española.
“Luz rabiosa” se divide en dos secciones: “Descendimiento” y “Levantamiento”, cada una de las cuales supone dos formas distintas de concebir una escritura que de cuenta de la relación entre la vida y la muerte. La primera, compuesta de poemas de tono elegíaco, ahonda en la significación existencial de la muerte: su sentido y su sinsentido, donde la figura del padre tiene un rol protagónico.
La segunda, aborda la muerte desde la perspectiva del ascenso: la posibilidad de transformar a la muerte en una forma de vida. Sólo se puede ascender si previamente se ha descendido hacia lo hondo. Sólo se puede vivir la luz si previamente se ha padecido la oscuridad. El conjunto juega con el contraste entre Luz y Oscuridad, Ascensión y caída, Dolor y Gozo.
Y teniendo en cuenta que,
la calidad artística o la poética en este caso, no soportan mayores juicios, porque a fin de cuentas en Luz Rabiosa lo que acontece pletóricamente es un estremecimiento vital, expresado en papel, y guardando el suficiente respeto a lo estrictamente formal y sintáctico, que se amalgama a las reglas del lenguaje, el diccionario y la retórica de antaño, me permito simbólicamente asegurar que:
Lo esencial que se desprende del discurso de Luz Rabiosa es la resistencia en contra del daño a la sangre herida, que lesiona e interrumpe los lazos entrañables, honorífica el sacrificio y se articula en una réplica, surgente del malestar al hombre vulnerado a los ritos de la existencia o a lo que la antecede y precede, ya que se descubre en estos poemas, una especie de sustitución de la muerte por la de un delirio descriptivo, que en síntesis, no sólo repara en el hecho al emblemático homenaje a la pérdida, sino también, en la recuperación de un ser trascendental.
El natalicio entonces, esta latiendo junto a la muerte, y levanta una presencia que termina extinguiendo a la ausencia en un acto estético, germinado desde un útero defendido de la dolencia y reforzado en una limpia honestidad oratoria y una rigurosidad técnica sublimes, capaces de gestar a este bebé rabioso, emanado de una reacción lírica y que tiene el don de increpar, maldecir, sufrir y "resolver" el misterio del laberinto oscuro de la muerte.
Lo oscuro, el descenso, la muerte; la luz, el levantamiento, la redención, en un final todos unidos en una muerte luminosa, cuya hipótesis referida se configura como idea visual, al de las sombras que proyectamos en el piso y que se pegan a nuestro cuerpo. Éstas, no se meten nunca en la piel, pero están siempre ahí, apareciendo según la luz que tengamos cerca, es así que esta sombra se adelgaza en nuestro paisaje externo en momentos cuando la penumbra se apodera de la atmósfera, esfumándose incluso. Y se acentúa más transformándose en peso saturado, cuando una luz fuerte nos condena a ser develados con nuestra humanidad toda por delante, una luz que denota en expresiones y detalles, pero que inmediatamente después nos fulmina con su exceso, desfigurando todo: una Luz Rabiosa.
Luz rabiosa, inserto en la poesía chilena del presente, es una actualización del conflicto metafísico de la identidad ulterior del hombre y su débil pertenencia, entre la frontera de la creencia en la carne sentimental y el estado imperecedero del legado del alma. En definitiva, Rafael inyecta al seco cuerpo poético actual, sin la menor duda, un sorbo humano y espeso, admirable, intenso y recordable, por los siglos de los siglos…
Cristián Fuica
Editor
LANZAMIENTO LUZ RABIOSA
El pasado 30 de noviembre fue lanzado en Santiago el libro de poemas “Luz Rabiosa”, del escritor angelino Rafael Rubio. Anteriormente había publicado “Arbolando” (1998) y “Madrugador Tardío” (2000). El acto se realizó en el Observatorio de Lastarria, aledaño al Cerro Santa Lucía, y contó con un gran número de asistentes. El autor estuvo acompañado por su familia y por un grupo de amigos que viajaron desde Los Ángeles. Este libro es el primero del sello editorial “Camino del Ciego” y su editor es Cristian Fuica, destacado artista plástico de Los Angeles, quien además actuó como maestro de ceremonias en el lanzamiento.
La presentación del libro estuvo a cargo de los connotados escritores capitalinos Raúl Zurita y Armando Roa Vial.
Raúl Zurita se expresó, en lo principal, con los siguientes términos acerca del poemario, “Luz Rabiosa”: La primera característica de esta poesía es su absoluta potencia, es una potencia que se impone incluso antes de cualquier análisis y antes del asombro de una técnica proverbial y lo otro es llevar la escritura a sus máximos presupuestos, a sus máximos extremos; lo que es una característica de la gran poesía. El primer tema es la muerte del padre, que nos habla de una radical orfandad en el Chile post dictadura y es una respuesta de un dramatismo inconmensurable. El otro tema es la muerte (a secas), no hay una obra en la poesía chilena que haya llevado a la profundidad y tumefacción como a la que nos ha llevado la obra de Rafael Rubio. Existen poemas como “Sólo la Muerte” de Pablo Neruda y los “Sonetos de la Muerte” de Gabriela Mistral, pero no existe un libro completo como éste acerca del tema. Al utilizar las formas consagradas por la poesía, “Luz Rabiosa” inventa sus precursores y crea un nuevo pasado: Garcilaso, Lope, Quevedo, Góngora, ya no serán los mismos. La poesía de Rubio le da un nuevo sentido a ese metatexto que son todos los poemas escritos en nuestro idioma. Es una lectura del hecho de la lengua, de la consistencia del idioma. Hasta aquí las palabras de Raúl Zurita.
Armando Roa, por su parte, en lo medular, dijo lo siguiente en su presentación: Escribir una elegía no es un arte cualquiera, debe merecer, dice el poeta, el prestigio de la muerte o la inclusión gozosa y dolorosa en el canon de la nueva poesía española. Es, en suma, la escritura de quien ha sido tragado por la victoria de la muerte en la vida y quiere, al menos, la victoria en el poema, que “la muerte muera en el poema”. Ataca con el estilete del verbo, preparado para el asalto final. Así Rafael, en cada texto de “Luz Rabiosa”, sale al ruedo de la palabra como lo hacen los diestros ante la embestida del toro: con oficio y sin sosiego, coqueteando y esquivando la embestida del toro. Rafael reta a duelo la muerte en el poema, su única arma es la palabra al servicio de la memoria, pues la memoria restituye lo que ha sido tronchado, aunque sea una restitución aparente. Rafael encara la muerte en una doble dimensión: la muerte de los otros, con la figura del padre y el abuelo, y la muerte de sí mismo. Aquí accedemos con una perspectiva dialéctica. La muerte de sí mismo o muerte personal es presencia – ausente, algo que indefectiblemente sucederá y no se sabe cuándo: “me he venido muriendo desde que me conozco”. Y, por otro lado, la muerte de los otros es una ausencia–presente, algo que ya ha ocurrido, pero que sigue mordiéndonos, provocando dolor.
Estos fueron los acápites principales de la intervención del escritor Armando Roa. Como tercera parte y final del lanzamiento, estuvo la lectura, por parte de Rafael Rubio, de una selección de poemas contenidos en su nuevo libro. Ellos fueron: “Oración de Gracias”, “Primera Elegía”, “Tercera Elegía”, “El Arte de la Elegía”, “Misa I”, “Villanela” y “Epílogo”.
Al término de su lectura, el autor fue largamente aplaudido por el numeroso público asistente, lo cual constituyó el tributo y homenaje a quien se destaca como una de las principales figuras de la nueva poesía chilena. Un escritor que a sus 32 años entra definitivamente a su madurez poética, mostrándonos, en esta obra presentada, a través del dolor y el desgarro, un singular registro poético y metafísico de la situación más límite que enfrenta el ser humano: la muerte.
Para terminar, el breve poema “Epílogo” de nuestro autor, que constituye un oxímoron, al igual que el título del libro: “EL VALLE ESTABA ARRIBA/ EL CIELO ESTABA ABAJO/ Levitar era bajar del valle al cielo,/ Padre puro:/ adentro de lo oscuro hay una luz rabiosa./ Afuera están gritando que no hay Dios”.
Julio Cid Báez
FUENTE :http://www.diariolatribuna.cl/noticias.php?p_id=10410
RAFAEL RUBIO
VIDA Y TRAYECTORIA Licenciado en letras con mención en Lingüística y literaturas hispánicas en la PUC. Magíster en letras mención literatura. Actualmente termina su tesis titulada “Plagio, parodia y pastiche en poetas chilenos contemporáneos”, para obtener el grado de doctor en literatura en la misma casa de estudios. Ha trabajado como académico en algunas universidades y ha dirigido talleres de creación. Sus publicaciones individuales son: Arbolando (1998) y Madrugador tardío (2000). Parte de su producción ha sido incluida en antologías de poesía chilena joven. Entre ellas: 22 voces de la novísima poesía chilena (Editorial Tiempo Nuevo), 25 poetas, 25 años Poesía para el siglo XXI (DIBAM), Yo no me callo (Editorial Los Andes), Antología de la poesía chilena joven (Editorial Universitaria), Cantares, Nuevas voces de la poesía chilena (LOM), Estación verso (Municipalidad de Los Ángeles). Fue seleccionado en 1994 para integrar el taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda y, posteriormente, participa en el taller de poesía de la Biblioteca Nacional, durante los años 1997 y 1998. Ha obtenido premios de creación literaria, como el primer lugar en el concurso de poesía organizado por la FEUC en 1996; el primer lugar en el concurso de poesía joven “Yo no me callo” (1997); mención honrosa en los juegos literarios Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago, categoría juvenil (1997); el premio de poesía joven Armando Rubio (2001).